Por el Dr. Aslam Abdullah*
No hay nada en el Corán ni en las enseñanzas auténticas del Profeta Muhammad, que justifique el asesinato de personas por oponerse, criticar, humillar o mostrar irreverencia hacia santos personajes, obras religiosas, costumbres y creencias del Islam.
El Corán dice: "Pero no insultéis a aquellos [seres] a los que invocan en lugar de Dios, no sea que por despecho insulten ellos a Dios, sin tener conocimiento: pues hemos hecho aparecer gratas a cada comunidad sus propias obras.En su momento, [sin embargo,] habrán de regresar a su Sustentador: y entonces Él les hará entender [realmente] todo lo que hacían”. [Corán 6:108]
“¡Oh vosotros que habéis llegado a creer! No os burléis unos de otros: puede que esos [de quienes se burlan] sean mejores que ellos; ni las mujeres unas de otras: puede que esas [de quienes se burlan] sean mejores que ellas. Y no os difaméis unos a otros, ni os insultéis con motes [ofensivos]; mala es toda imputación de iniquidad después de [haber alcanzado] la fe: y los que [siendo culpables de ello] no se arrepientan –¡ésos, precisamente, son los malhechores!” [Corán 49:11]
“[Eso será] para los que llegan a creer y ponen su confianza en su Sustentador; (37) y que evitan los pecados más graves y las abominaciones; y que cuando se enfadan, perdonan inmediatamente” [Corán 42:36-37]
Si la blasfemia se castigara con la muerte en el Islam, el Profeta habría sido el primero en ordenar la muerte de cientos de sus enemigos que más tarde se convertirían en sus compañeros más cercanos. Con la excepción de unos pocos árabes que, inicialmente, aceptaron al Profeta como el mensajero de Allah, la mayoría de la gente de La Meca se opuso radicalmente, humillándole, despreciándole, blasfemando contra él e, incluso, tratando de matarle, pero, aún así, él prefirió practicar el perdón y buscar la misericordia divina para ellos.
La mujer anciana que solía arrojar basura sobre el Profeta (la paz sea con él) fue visitada por él cuando se enteró de que no se encontraba bien. Cuando Suhail bin Amr, un poeta que compuso versos en los que ridiculizaba al Profeta, fue capturado como prisionero de guerra después de la batalla de Badr, el Profeta pidió a sus compañeros que se mostrasen bondadosos con él. Existen ejemplos y más ejemplos que ponen de relieve que el Profeta nunca recurrió a la violencia, incluso ni siquiera contra los que mostraban hacia él la falta de respeto más absoluta.
El asesinato de un ministro pakistaní cristiano por hablar en contra de la ley sobre la blasfemia supone una puñalada en el corazón del Islam y una humillación del Profeta por aquellos que dicen ser sus seguidores. Aquellos que apoyan su muerte o acciones similares son los peores enemigos del Islam, pues no entienden ni respetan el Islam del Profeta. No importa de quien se trate, deben ser impugnados sobre la base del Corán y las enseñanzas del Profeta.
Desafortunadamente, su argumento se basa en una posición que es apoyada por un buen número de estudiosos y clérigos religiosos musulmanes de todo el mundo, que demandan la muerte para aquellos que cometan actos de apostasía y blasfemia, dos de las prácticas que se desarrollaron bajo la influencia corrupta de gobernantes musulmanes despóticos, quienes hicieron un uso indebido del poder al derivar estudios religiosos con el fin de servir a sus propios intereses políticos.
La idea de blasfemia es ajena al Islam. Fue justificada por numerosos clérigos musulmanes medievales sobre la base de su comprensión de los textos cristianos y judíos, que apoyaban leyes contra aquellos que blasfemaban y vilipendiaban su religión.
La palabra "blasfemia" llegó a través del “Inglés medio”, blasfemen, y el francés antiguo, blasfemer y más tarde, por medio del término blasphemare que significa "me lastimé." En base a esta definición, los gobernantes utilizan las leyes para victimizar a los no-miembros y a los miembros disidentes de la secta gobernante o culto. Los países que tenían una religión de Estado acostumbraban con frecuencia a servir los intereses de los gobernantes. En el judaísmo, el tercer libro de la Torá, Levítico 24:16, dice que los que pronuncien la blasfemia serán castigados con la muerte. Las siete leyes de Noé vistas por el judaísmo como aplicable a toda la humanidad prohiben la blasfemia.
En la teología cristiana, el Evangelio de San Marcos (3:29), describe la blasfemia contra el Espíritu Santo como el pecado imperdonable eterna. Tomás de Aquino considera la blasfemia un pecado imperdonable importante, más grave que el asesinato. El Libro de la Concordia lo describe como el pecado más grande jamás cometido. La Confesión de Fe Bautista lo considera un acto repugnante y detestable. La Iglesia Católica tiene oraciones específicas como actos de reparación por blasfemia contra Dios y la Iglesia, que era un delito punible con la muerte en gran parte del mundo cristiano. En Inglaterra, la última ejecución por blasfemia, fue la de un joven de 18 años de edad, Thomas Aikenhead, que fue ejecutado por el crimen en 1697. Fue procesado por negar la exactitud del Antiguo Testamento y la legitimidad de los milagros de Cristo.
El Corán y las enseñanzas auténticas del Profeta describen la práctica de mostrar irreverencia hacia Dios y su mensajero como actos de pura ignorancia, provocación deliberada u odio. Sin embargo, las dos fuentes de orientación islámica en ningún caso han legitimado una acción punitiva sobre la base de la disidencia teológica o las diferencias religiosas o la irreverencia.
A menudo, algunos juristas musulmanes han empleado erróneamente la institución del iytihad para servir a los emotivos y exaltados intereses de la alguna gente. La fatwa o decreto religioso emitido por Jomeini proponiendo el asesinato de Salman Rushdie fue una opinión personal sin el apoyo de la guía divina.
La "República Islámica de Pakistán" tiene en su código penal leyes que prohíben y castigan la blasfemia contra el Islam, que van desde una simple multa, hasta la muerte. Los tribunales penales a menudo resuelven casos de blasfemia basándose únicamente en las emociones del público o los intereses políticos del momento, en lugar de tomar como referencia la escritura divina. Lo que sigue son algunos apartados del Código Penal de Pakistán en materia de blasfemia: 295. Se prohíbe dañar o profanar los lugares de culto y objetos sagrados. 296.A) Se prohíbe ofender los sentimientos religiosos. 295.B) Se prohíbe profanar el Corán. 295.C) Se prohíbe difamar sobre el profeta Muhammad.
Profanar el Corán puede suponer cadena perpetua y difamar sobre el profeta Muhammad, la muerte. Con o sin ninguna multa, estas leyes no tienen ningún fundamento coránico o en las auténticas enseñanzas del Profeta. Es una posición que muchos estudiosos han adoptado bajo la influencia del despotismo que prevaleció en algunas etapas y regiones del mundo musulmán durante siglos y aún prevalece en muchos países. Esta posición es rara vez cuestionada por aquellos que dicen tener conocimiento del Corán y la Sunna y que, a menudo, utilizan su autoridad religiosa para suprimir el debate sobre el tema.
La tiranía de estos “clérigos” de la religión no tiene límites, pudiendo llegar a condenar a muerte a los “herejes” que se opongan a esas leyes. Algunos, incluso alientan a sus seguidores a que atormenten a esos “cafres” y a sus familias. Su arrogancia llega a un punto en el que uno ya no quiere escuchar ningún tipo de argumentación basada en el Corán y sus enseñanzas. Las instituciones religiosas y educativas del mundo musulmán sufren de la tiranía de estos “sabios” que justifican su ignorancia y arrogancia sobre la base de una literatura que surgió en el momento en que los musulmanes habían perdido la conexión con el Corán y, por lo general, estaban a merced de los gobernantes autocráticos.
Las no-coránicas y no-proféticas prácticas adoptadas por muchos de los “ulemas” deben ser impugnadas. El Islam no es un monopolio que les pertenezca, es responsabilidad de todos los que profesan esta religión y de los que entienden su fe con sinceridad a la luz del Corán y la auténtica Sunna. Los “ulemas” deberían mantenerse completamente fuera de los intereses políticos y personales. Aquellos que asumen el papel de Dios condenando a personas y decidiendo sobre su vida o su muerte incurren de forma común en un fenómeno de corrupción y desviación moral.
Si los ulemas están tan profundamente preocupados por la sensibilidad de las personas con respecto a su fe y sus figuras sagradas, entonces deberían defender las leyes que amparen a todas las religiones y comunidades religiosas, destacando que el respeto debe manifestarse demostrando que todas y cada una de las religiones son verdaderas y que la libertad de expresión no debe ser vista como una licencia para herir y provocar a los demás.
Ya es hora de que los eruditos musulmanes de todo el mundo revisen estas cuestiones a la luz del Corán y la sunna en vez de caer víctimas de posicionamientos que no pueden ser justificados con la escritura divina.
* El Dr. Aslam Abdullah es editor jefe del semanal Muslim Observer y Director de la Sociedad Islámica de Nevada
Publicado originalmente en
www.islamicity.com / Traducción de Webislam