El odio al islam se propaga por Internet. Mezquitas y locales musulmanes han sido atacados.
“Estamos ante una brutal ola de islamofobia. Detectamos mensajes de WhatsApp muy salvajes y muy masivos. Y nada más producirse el atentado empezaron a propagarse bulos."
Los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils han desatado una reacción de islamofobia que en palabras de la Plataforma contra la islamofobia tiene dimensiones de una "brutal ola" sobre todo en las redes que no se produjo tras el 11-M. El odio al islam se propaga en Internet, pero se han registrado también ataques al menos a cuatro mezquitas y pintadas a locales, y ha llegado incluso a la agresión física denunciada por un menor musulmán. Los especialistas alertan de que islamofobia y terrorismo se retroalimentan.
Es posible que haya recibido desde el pasado jueves un mensaje de WhatsApp que alerta del registro el pasado mes de julio del primer partido musulmán que pretende imponer la ley islámica a los españoles, o que insta a la movilización para prohibir las mezquitas, o tal vez otro que propaga el bulo de que los manteros no estaban en La Rambla el día del atentado porque habían sido avisados por los terroristas. Si no han llegado directamente a su teléfono, un solo vistazo a las redes sociales ofrece miles de mensajes que azuzan el odio de forma menos sofisticada contra los musulmanes y el islam. El hastag (la etiqueta) StopIslam fue trending topic (tema más comentado) el día de los ataques en Twitter.
“No debemos ceder ni un solo milímetro a la dinámica de la islamofobia que quiere alimentar el yihadismo”, afirma Rico. “El odio al musulmán y el racismo atacan los valores que cimentan nuestro modelo de convivencia”, destaca el fiscal. Pero incluso desde una visión más utilitarista, la sociedad y los responsables públicos deben atender al otro problema que emerge tras los ataques de Barcelona, advierten los expertos. “El terrorismo alimenta la islamofobia y la islamofobia ofrece réditos al terrorismo porque fractura la sociedad. Neofascismo y yihadismo son dos caras de una moneda que se alimentan”, remarca Ibarra.
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