martes, 21 de junio de 2016

Ramadán sangriento en Orlando

Es inmoral señalar a los musulmanes de manera generalizada y abstracta como los responsables de los atentados


Omar Siddique Mateen era cliente habitual del club gay Pulse.

















El 12 de junio de 2.016 occidente volvió a estremecerse por el asesinato de 50 homosexuales y otros 53 heridos en el club gay Pulse de Orlando, en Estados Unidos. Occidente detuvo su sonrisa durante un instante y su alma se quedo en shock, mientras un vacio infinito recorría su corazón. Las historias de las víctimas entristecieron nuestra mirada, sus fotografías y sus vidas truncadas nos recordaron la insoportable levedad de la vida y la monstruosidad que puede habitar en la mente de un asesino homófobo. Todos quedamos tocados ese domingo por la tarde y todos nos sentimos desolados.
Un día después de la masacre, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos informó que, durante la primera semana del Ramadán, en Siria murieron 224 personas, de las cuales  67 eran menores de dieciocho años de edad y 28 mujeres. Nadie guardó un minuto de silencio por esos muertos. Su muerte fue asumida como la consecuencia lógica de una guerra terrible. Casi nadie contó las historias de las víctimas, ni les mandó flores, ni encendió una vela por ellos. Muertos anónimos, que no dejarán su recuerdo en la retina de los ciudadanos occidentales.
Las personas asesinadas en el club gay Pulse fueron utilizadas por el candidato islamófobo a la presidencia estadounidense Donald Trump para pedir una vez más que no se permita la inmigración de musulmanes a Estados Unidos. La extrema derecha, que jamás se interesó por los gays y a la que nunca le importaron demasiado sus derechos, ahora los utiliza para enfrentarlos a los musulmanes, a los que acusa de homófobos. Algo paradójico cuando la extrema derecha en su inmensa mayoría ha sido o es homófoba.
Omar Siddique Mateen, el autor de la matanza del club gay Pulse era, según alguno de sus propios amigos, homosexual, y su exmujer declaró a The Washington Post, que“no era una persona estable” y “le pegaba”. Omar Siddique Mateen era un maltratador de mujeres y un asesino de homosexuales.
Aunque a los terroristas de DAESH les faltó tiempo para reivindicar la masacre, todo parece indicar que Omar Siddique Mateen era un homosexual reprimido, que no aceptaba su identidad sexual y se metió a lobo solitario, fantaseando con las consignas que DAESH lanza por internet para destruir lo que más deseaba, que era “hacer el amor con otros hombres”. Omar Siddique Mateen cliente habitual al club gay Pulse,“a veces se sentaba en un rincón a beber solo, y otras veces se emborrachaba tanto que era ruidoso y beligerante". Kevin West, cliente del Pulse, intercambió mensajes con Omar Siddique Mateen en un chat homosexual durante al menos un año de manera intermitente y, además, Omar Siddique Mateen utilizaba la aplicación Grindr, para "ligar", entre homosexuales.
El padre de Omar Siddique Mateen, declaró a la cadena de televisión NBC que su hijo estaba motivado por el odio a los homosexuales y no por cuestiones religiosas.
Estos datos fueron recogidos por los periódicos Orlando Sentinel y Los Ángeles Times.
La historia de Omar Siddique Mateen parece ser la misma que la de otros homosexuales que reprimen su sexualidad, hasta el extremo de convertirse en homófobos recalcitrantes, violentos y asesinos. No debería extrañarnos que viera videos de Talibanes o que discutiera de manera agresiva con musulmanes porque, detrás de estas apariencias, solo había un homosexual reprimido, lleno de odio hacia su propia sexualidad y hacia las personas con quienes la comparten, según relatan los hechos y los testigos.
No han sido los musulmanes quienes han asesinado a los homosexuales sino un criminal incapaz de asumir su homosexualidad. Que los terroristas de DAESH asesinen homosexuales es sólo un dato más que se suma a esta monstruosidad, pero DAESH no forma parte del islam, su ideología perversa no nace de las fuentes del Sagrado Corán, sino de los intereses creados por las diferentes corporaciones financieras y sus guerras para controlar de petróleo y su distribución.
Los atentados terroristas han servido para justificar los bombardeos occidentales sobre las posiciones del grupo terrorista DAESH en Siria. Bombardeos que no han servido para:
a) Frenar la llegada de terroristas y fanáticos a las filas de los grupos terroristas a través de Turquía.
b) Cortar el abastecimiento del tráfico de armas y municiones en el mercado negro por parte de los grupos terroristas.
c) Interrumpir la venta de petróleo controlado por el DAESH a través de la ruta que llega a Turquía y el mercado negro.
El único logro de los atentados terroristas, además de asesinar a inocentes, ha sido justificar el gasto militar de los países occidentales, sin ningún logro efectivo salvo la estigmatización y marginación de la población musulmana, a la que se ha tratado de sospechosa, cómplice o encubridora de los grupos terroristas, que nada tienen que ver con ella.
No fueron los musulmanes los que atentaron en Bruselas, Paris u Orlando, sino terroristas o fanáticos, que nada tienen que ver con el islam. Los terroristas han matado a decenas de miles de musulmanes en Nigeria, Siria, Libia, Somalia, Kenia, Argelia y un largo etc, sin que los gobiernos occidentales se conmoviera lo mas mínimo.
El horror de la guerra se puede seguir por la subida en la bolsa de las empresas dedicadas a la fabricación y venta de armas. Un negocio lucrativo, como el de la droga o la prostitución. Un negocio que muchas veces se refugia en paraísos fiscales.
Es inmoral señalar a los musulmanes de manera generalizada y abstracta como los responsables de los atentados llevados a cabo por los grupos terroristas, cuando fueron los propios servicios secretos de los gobiernos occidentales, conservadores o socialdemócratas, quienes los crearon, adiestrándolos y armándolos con el dinero de algunos países del golfo pérsico.
En los siete días que precedieron a la llegada del mes santo del Ramadán murieron en el Mediterráneo 1.083 personas. Ningún gobierno occidental se ha rasgado las vestiduras para intentar de forma eficaz evitar estas muertes. Los gobiernos occidentales que dejaron tirados en la cuneta a los refugiados sirios no pueden dar lecciones de ética o de moral.
Hace muchos años que el sagrado mes del Ramadán se ha convertido en un tiempo en el que grupos terroristas formados por desviados se dedican a mostrar su fanatismo. La guerra es un gigantesco negocio que devora la verdad, la inocencia de los niños, la esperanza de los jóvenes, a los hombres, a las mujeres y a la vida de todos ellos. Su único fruto son el odio, el sufrimiento, la muerte y los dividendos de las empresas en la bolsa de Wall Street y los paraísos fiscales.

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